Este año, el Festival de Artes Escénicas de Lima ha retornado a la presencialidad después de dos años. La pandemia, si bien cerró las puertas de muchas producciones durante este tiempo, también dio origen a diversas propuestas que, desde visiones muy personales, trataron de retratar o reflexionar en torno a lo que significó este evento para cada uno de nosotros.
También hubo otras alejadas de esta temática que trataron temas igual de personales. Por ejemplo, Eduardo Pinillos presentó el unipersonal Quítale peso o el pecado de no encajar en el estrecho molde que la sociedad había reservado para mí, que reflexiona sobre los estereotipos de belleza impuestos cada vez con mayor ferocidad en nosotros. Por su parte, el director Leonardo Valdez Castillo y el actor Fausto Molina Giorgio abordan la identidad personal y familiar en Lo malo, un monólogo orientado justamente a criticar estos conceptos y ahondar en la crisis actual de estos valores que antes parecían intocables.
Entre todas estas obras, tuve la oportunidad de ver Mujer serpiente, creación de Lita Baluarte Winder, quien también dirige y actúa. En ella, la actriz nos presenta a una mujer que, entre ficción y realidad, nos cuenta su historia personal de maternidad, como hija, como esposa y como madre.
Si bien reconozco que los unipersonales y monólogos son mis géneros menos preferidos en teatro, este me llamó la atención de una manera particular. Gran parte de ello se debe a la acertada y muy llamativa mezcla de narración, actuación, danza y efectos visuales. Todo ello no solo estaba presente para evitar que hasta el más lejano al género se mantuviera en vilo, sino que era también una herramienta para potenciar los mensajes de la obra. Se evidencia claramente el delicado trabajo de unir todos los elementos auditivos, visuales y narrativos, buscando siempre que cada uno de ellos le sirva al otro. Además, no se ha recurrido a proyecciones, lo cual, personalmente, me parece acertado para salir del molde común de unipersonales.
Mención aparte merece el trabajo de teatro físico y danza realizado por Lita Baluarte, cuya coreografía no solo resulta impecable a los ojos del público (la persona que me acompañó a ver la obra no dejaba de mencionarlo), sino que también es una muestra de la intensa preparación que requiere la ejecución de esta obra y la compenetración que se ha logrado entre el elemento corporal y la narración de la historia.
Finalmente, sobre la historia en sí misma, esta se presenta misteriosa, pero comprensible. A través de la narración de Lita, nos acercamos a estos temores tan humanos (y, sobre todo, femeninos) que surgen en nuestras relaciones con padres, parejas e hijos. Son estas relaciones intensas las que generan inseguridades que nos vuelven valientes o violentos, e incluso nos matan. Son las serpientes que cargamos en nuestro vientre y que tenemos que parir para exponerlas a la luz y poder enfrentarlas, con todas las consecuencias que esto traiga. No creo que haya habido persona en el teatro que, desde sus propias experiencias, no haya podido identificarse con esto. Y si bien todo está contado desde una perspectiva femenina, creo que otros géneros también se han sentido interpelados.
En resumen, la obra me impresionó muy positivamente en todos los aspectos técnicos (aún recuerdo la cabeza de planta de una de las escenas). En cuanto a la interpretación, es una muestra más del excelente trabajo de Lita Baluarte, quien ya tiene una extensa trayectoria y diversos premios en el teatro peruano. Por mi parte, me siento totalmente satisfecho de haberla podido ver en el FAE de este año. Ojalá con el regreso del teatro presencial podamos contar con más obras de este nivel.